Una familia de dos humanos, tres perros y tres países

A Elmer y Mallory los conocimos en una fiesta playera de fin de verano en Barranco poco tiempo después que llegamos a Lima, pero nuestra amistad es de esas que se forman rápido y en un par de días se sienten de toda la vida. Sobre todo porque Elmer es un cocinero increíble y desde el principio nos abrió las puertas de su casa para invitarnos a la mesa de su apartamento en Miraflores y a casa de su abuela en Callao.

El día que visitamos el apartamento donde vivían Elmer y Mallory para hacer la entrevista nos comimos un pollo frito con picarones que todavía recordamos con cariño y saboreamos con la memoria, nos tomamos un ponche de pisco y patilla amarilla (sandía) y gozamos riéndonos y echando cuentos con Ronnie, Majo y Huaman quienes también disfrutaron el banquete. Éramos 8 personas y 4 perros, todos americanos, había representación de la parte norte del continente, del caribe y del sur… Vaya que la pasamos bien.

Elmer nació en Lima y a los 3 años se mudó a Caracas donde creció, cuando tenía 24 se mudó a Texas donde conoció a Mallory y a los 27 se fue a Lima donde tenía un año viviendo cuando nos conocimos. Sus padres viven en los Estados Unidos desde que tiene 18 y aunque tenían mucho tiempo insistiéndole para que saliera de Venezuela, no fue hasta después que lo secuestraron para robarle su carro y tiempo después lo robaran en el autobús en el que iba a su casa que tomó la decisión de emigrar.

Lima no le gusta, de hecho nos conocimos cuando iba de salida hacia Texas para instalarse de nuevo, pero nos cuenta que se mudó a Perú buscando aprender de la cocina típica peruana que a pesar de parecerle muy buena, se maneja más por marketing que por calidad, afirma. Su carrera como cocinero comenzó en la pizzería Taima en La Boyera, Caracas cuando tenía 20 años, también trabajó en Astrid y Gastón en Las Mercedes y en Paseo el Hatillo pero fue en Texas donde estuvo en la cocina de lugares más reconocidos mundialmente de comida asiática y francesa; en Lima ha trabajado en cocinas súper reconocidas en el continente que no le parecen tan buenas (ni higiénicas), pero que son caras y famosas porque la fachada es buena y los mosos tratan bien a los clientes, pero dice que el comensal paga por ambiente y calidad de servicio no por la calidad de la cocina y que ha conocido lugares mucho más humildes con mejores platos. De su experiencia en los lugares más pesados de la escena gastronómica nos cuenta que ha conseguido sus oportunidades laborales acercándose a los lugares, conversando con los chefs y trabajando hasta 3 y 4 meses gratis en una especie de periodo de prueba hasta que se decide finalmente si es empleado del restaurant o no. Elmer siempre bromea con que es pobre por ser cocinero, pero la verdad, lejos de lo material, es un tipo rico en muchas cosas que no se pueden comprar. Es uno de los grandes amigos que hemos hecho en el camino.

Mallory creció cerca de Dallas pero antes de mudarse a Lima vivía en Austin y trabajaba como bartender, nos contó de su amor por Texas pero de siempre haber sentido la necesidad de experimentar vivir en otro país y después de haber visitado a Elmer durante un invierno limeño, no dudó ni un segundo darse la oportunidad de vivir en el Perú. Nos cuenta que no es muy común que la gente se mudé de su estado natal en EEUU, aunque últimamente muchos se han ido en respuesta al gran crecimiento que se ha vivido en la ciudad, desde que vive en Lima ha trabajado como tutora de dos niños norteamericanos que visitaba 4 tardes a la semana en casa para ayudarlos con las tareas y los deberes escolares. Si Mallory pudiese empacar cualquier cosa de Austin para llevarla consigo en su aventura migratoria no dudaría empacar a sus amigos.

Los amigos de Elmer y Mallory en Lima son venezolanos en su mayoría, su entorno limeño de amistad era pequeño e incluía muchos primos de Elmer quienes a pesar de ser muy panas son muy diferentes a él y no entienden mucho su manera de ser (ni sus tatuajes).

“Es fuerte ser tan distinto, no pensé que sería tan diferente a todos los demás acá. Allá en Venezuela mucha gente está tatuada y no eres un bicho raro. Me impacta mucho como manejan, su trato para con los demás, el día a día y el que siempre te quieran robar con los precios, te escuchan el acento o te ven diferente y te quieren cobrar más de entrada. Ya eso no lo soporto más.”

Elmer lleva consigo una bandera y una gaverita de material publicitario de Polar Ice desde que salió de Venezuela, dice que la viveza criolla, el calor humano y el como afrontar las relaciones personales es lo que lo define como venezolano y lo ayuda estando fuera del país, lo hace más amigable y le abre puertas. Se llevaría el sol de Venezuela a donde fuera y aunque nació en Lima y toda su familia es peruana se siente tan venezolano como la Polarcita que tiene tatuada en el brazo.

Hoy en día Elmer y Mallory están comprometidos en matrimonio y viven en Austin, tienen como plan trabajar duro este año para irse una temporada del año que viene a experimentar la cocina y la vida tailandesa.

Nosotros desde Santiago les deseamos la mejor de las suertes y les mandamos un abrazo muy grande. Siempre estaremos agradecidos de corazón por todo lo que hicieron para hacer nuestro paso por Lima inolvidable, eso incluye el rol de perrero de Elmer en la fiesta que hicimos en el lanzamiento de nuestro libro, donde se destacó preparando unos perros con todo que no tenían nada que envidiarle a ningún carrito de perros clásico caraqueño (ni a sus salsas). Esperamos vernos de nuevo, no sólo para que Elmer nos vuelva a preparar algo delicioso de comer, también para darnos un abrazo y seguir pasándola bien como todos los días que pasamos juntos en Lima.

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